Monday, March 26, 2018

Cierta Femenina Oscuridad de Eugenia Prado. Un texto obstinado. por Eugenia Brito

“Cierta Femenina Oscuridad” de Eugenia Prado es un texto atravesado por múltiples formas: en él comparecen tanto la lírica como el drama y el tejido ficcional propio de la narrativa. Y sin embargo escapa a todas esas formas, no es ninguna de ellas, pero sí las contiene.
“Cierta Femenina Oscuridad” aparece como un poema dramático estructurado en siete capítulos que en realidad configuran un solo diálogo, más bien un monólogo entre consciente e inconsciente, entre hombre y mujer, vicio y virtud, amor y erotismo, sumisión e irreverencia.
La pregunta que dota de sentido al texto es la pregunta por la sexualidad femenina, encarnada en forma par por dos personajes símbolos: Tulcea y Udine: Tulcea representa a la amante, la mujer sumisa, sacrificada, erótica, devoradora, la costilla de adán, el silencio de la mujer, sus fluidos, su caprichoso extravío. Su histeria.
Udine, mientras tanto, es la voz sabia, que guía, que aconseja, reordena. Udine es el consciente, es la voz maternamente de esa Tulcea, que se odia a si misma, que es una y múltiple, que es devoradora, pero masoquista, en fin, es autofágica.
El deseo de Tulcea es poseerse a si misma, pero este deseo falla, por el hombre: el sexo masculino interrumpe la auto posesión y la condena a vivir dominada para conseguir de él las percepciones de ella entre el placer y la existencia.
El es Nak, la contrafigura masculina, asustado, macilento, inquieto por las pasiones que despierta. Además, Nak no es sino un pretexto para esta Eva, paridora de seres, de una humanidad que le exige cumplir un papel, que la necesitan.
El texto se cumple con la integración de Tulcea y Udine y el alejamiento de Nak. Sabiduría y erotismo se fusionan conformando a la mujer.
¿Que molesta al texto? Qué lo obsesiona?. La obsesión es la pérdida de ser, no lograr ser en el otro ni con la otra que lleva consigo. Disgregada, interrupta, se experimenta como bestia, esclaba, hembra sadomasoquista que goza de placer con los golpes y el sufrimiento, adepta de la mirada y del goce que incita, excita al otro. Es la que vive del otro. No lo ama, le exige, le pide dominación, dolor, cortes, castración.
Además Cierta Femenina Oscuridad es un texto en trance de parirse parirse como poema, como drama, como épica? No lo sabemos, es multiforme y multilingue.
Desde la Biblia hasta el I Ching, pasando por textos de psicología de divulgación, se predican “argumentos” sobre la mujer. Se la califica, se la tacha, se la predica, La mujer es el objeto de sermón bíblico, religioso, lingüístico, lexicológico, psicológico, etc. Que ocupa una buena parte del texto de E. Prado. Como si nos propusiéramos llenar un espacio inconcluso, una zona desvastada, desamparada y lo hiciéramos mediante palabras: no muchas, las que circulan, desde occidente a oriente en el medio local.
Bellas frases poéticas alternan estos mensajes conocidos “No hay placer sin que exista su opuesto, sólo llegaré hasta el final cuando me acerque todavía más a su profundidad infinita”.
“Nuestra existencia estaba separada por la fragilidad del silencio” p.16
El texto de E. Prado logra atraer por el predominio de lo semiótico y pulsional que devora el lenguaje en sucesivas formas, constituyendo una especie de desesperado diccionario de esa psicósis en llamar amor: cuando el ser de la mujer encarna en otro y experimenta así el vacío, la ausencia, el misterio de la muerte y la vida en su inextricable conjunción. Tulcea sabe que ha sido formada dentro de un programa cultural, su drama es no poder pararlo. Y porqué es un drama, el texto llena con astucia, con ironía y belleza ese pasaje entre cómo se llega a ser mujer casi sin desearlo, con ira y rebeldía, con cansancio y con odio. Ese es el límite del texto, lo pulsional y el lenguaje cultural que bosqueja como un formato mayor el texto de los personajes, los que dotan lo femenino como una oscuridad. La locura de la mujer es funcional al texto “abandónate a mí: sólo a través de tu locura podré ser razonable” dice Nak la contraparte masculina.
Y para terminar cabe decir, que el gran arte del texto es la productividad de su escritura, entrecortada con el decir común y conservador, emergen las voces que pueblan un paisaje por todos conocido: la tiniebla femenina, la grieta que todo lo contiene, la Medusa que apenas si se ríe esta vez de si misma y de sus sombríos pelos.



Artículo publicado el 04/03/2004

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